Yo maldigo al cambio horario

¿Cuántas veces puede alguien asombrarse al ver lo "tarde" que es por no acordarse del maldito cambio horario? La respuesta es: muchas. Llevo todo el día mirando a los múltiples relojes que plagan mi casa y alarmándome una y otra vez de lo rápido que avanza el tiempo. Ah, no, que ha habido cambio horario.

La primera ha sido al despertarme y encender el ordenador. ¿Cómo que las 9 de la mañana? Si son las 10. Resuelve el problema, Windows 7. ¿Cómo que no hay problemas en el sistema? Si la hora está mal. Mi despertador y mi reloj de pared lo dicen claramente: las 10. Un momento...

Más tarde, jugando a la Play... ¿Cómo que la 1? ¡No me jodas! ¡Y yo todavía en pijama! Joder que desastre. Un momento...

Luego, un poco más tarde, he mirado el reloj de pared de nuevo. ¿Las dos? Joder... Un momento...

Y así todo el día. La solución al problema pasa por cambiar la hora de todos los relojes, sí. Pero, ¿Por quién me habéis tomado? ¿Por alguien que no es un vago? Al menos podemos ver que el tiempo de respuesta de mi cerebro ha ido reduciéndose. Así en un primer momento ha tardado varios minutos, y en el último caso solo varios segundos. Y es que si algo tengo es capacedad menral.

Sabores Medicinales

Frenadol, Algidol, Espiodifen, aspirina... todos tienen sabores que pueden gustar más o menos. Normalmente son sabores a frutas ácidas, por aquello de tamizar el horrible sabor de las medicinas a las que enmascaran.


Nuevo sabor: Barça.

Pero, ¡ah! ¿Cómo sabemos que saben a lo que dicen que saben si cuando las tomamos tenemos la nariz taponada y no llegamos a saborear del todo bien? Solo percibimos un sabor ácido y poco más. Alguna reminiscencia a naranja, pero seguramente sea que estamos condicionados por la atractiva caja del medicamento y sus promesas de curaciones cítricas.

Por lo tanto, podríamos decir, que no sabemos a ciencia cierta a qué saben las medicinas que nos venden que saben a cosas, porque una cosas es notar un sabor ácido y otra que ese sea el sabor predominante del producto. Echadle limón a un mapache y coméroslo estando enfermos. Puede que os sepa un poco a limón, pero el sabor predominante y que se os escapa es el del mapache.

Después de crearos la curiosidad, os animo a que vayáis ahora mismo a una farmacia, compréis todos los medicamentos con sabores a cosas y os los toméis en una fantástica cata digna del mejor de los sumilleres. Si con la nariz tapada ya saben mal, con los sentidos a pleno rendimiento va a ser una experiencia inolvidable.

Sí, ahora hablo sobre los sabores de las medicinas... ¿crisis creativa? ¿Quién ha dicho eso?

Irómetro Vol. IX

¡El Irómetro vuelve! Sí amigos, vuestras plegarias han sido escuchadas, irascuchadas. Os preguntaréis qué ha pasado para que esta maravillosa máquina de medir IRA haya estado tanto tiempo fuera de servicio. Pues bien, no os voy a explicar cómo funciona uno de los dispositivos más complicados y avanzados de la historia, pero básicamente el problema ha sido que uno de los simios que tiran de las poleas del sector 7G quedó atrapado en unos engranajes de tamaño descomunal y destrozó con su cuerpo una valiosa y rara pieza de ingeniería que solamente la fabrica un anciano sordo que vive a las orillas de un cristalino río del Tibet. De ahí que se haya tardado tanto en sustituir la pieza.
A todo esto, el simio, aunque mutilado, sigue ejerciendo una gran labor: es una peluda percha de diseño.

Aclarado esto, comenzamos. El Irómetro de hoy trata sobre una subespecie de infraseres que han empezado a prodigar entre los diferentes sustratos de nuestra sociedad. Son personas que han sufrido pérdida de masa cerebral y que por ello hablan y se comportan de diferente manera. Estas personas han comenzado a usar otro idioma de forma espontánea en algo que es muy nuestro: los insultos y los exabruptos.

Hay que aclarar que en ciertas ocasiones es necesario usar un idioma extranjero, eso es innegable. Pero de ahí, a estar hablando en castellano y decir "what are you fucking talking about" en vez de "de qué cojones estás hablando" hay un trecho que no se debe atravesar. No se puede decir "fuck you" teniendo "que te den por el culo". ¿Pudiendo comer chuletón por qué quedarse con salchichas del DIA?
El perfil de estos individuos es el de un próspero hombre o mujer de negocios que usa mucho el inglés en su trabajo y se vuelven subnormales. Olvidan separar su vida personal y profesional y terminan siendo odiados por las personas que les rodean.

Está claro que todo el mundo en un momento dado -y bromeando- puede usar exabruptos anglosajones, pero lo que no podemos permitir es que esto se generalice. ¡Muerte!

Así pues, ahí va la pregunta del Irómetro Vol. IX:

¿Te has encontrado con alguien que blasfeme en inglés y te ha asaltado la IRA por ello?

Los Clusters no son tus amigos.

He decido que odio a los Clusters. No me caen bien. No los entiendo y ellos no me entienden. Si alguno de vosotros, estimados lectores, entendéis de informática, estaréis pensando ¿Por qué? Los Clusters son tus amigos, te quieren ayudar. Puede, pero les odio igualmente.

Los Clusters viven en tu disco duro y se dan la gran vida.

Para los profanos en el tema tecnológico, los Clusters son unas cosas -seres vivos, no lo sé muy bien- que viven en los discos duros y que hacen que puedas guardar fotos de tu tía Tula y la canción de La Macarena. Bueno, realmente no sé si sirven para eso ya que no me he documentado para escribir esta entrada. Les odio demasiado como para aprender cosas acerca de sus costumbres.

Pues bien, los Clusters han aparecido en mi vida al hacer una comprobación de errores de mis disco duro. Lo primero que he de decir sobre esta comprobación rutinaria, es que me he acojonado un poco, porque en mi disco duro viven más de 219 millones de clusters. Como se enfaden al leer esto voy a ser hombre clusterizado. Pero dejando de lado la inmensidad de su número, por lo que realmente me caen mal es porque no hacen bien su trabajo. Tras hacer la comprobación de datos, me salió un cluster-mensaje que me informaba de que todo estaba bien en mi ordenador. ¡NO! No todo estaba bien, los controladores de la tarjeta gráfica y la tarjeta de red habían hecho tururú y los Clusters no me avisaron. Yo los maldigo por ello.

De modo que los Clusters acaban de entrar en la lista negra que me acabo de inventar. Está solo por detrás de los Payasos de Micolor y la religión. Y detrás del McFish también. Dios cómo odio a ese filete de pez.

Grandes misterios del siglo XX: Los Baldwin.

Tras hacer público el parentesco directo entre Margaret Thatcher y Copito de Nieve, la Cúpula va a desvelar otro gran misterio del mundo de la farándula: Los hermanos Baldwin.

Lo primero y más importante: no son la misma persona. Las fotos que puedes ver en Internet son de personas distintas -4 para ser exactos- y no del mismo ser cada vez más obeso. Para demostrarlo, una foto, -quizá la única- que existe de los Baldwin al completo:

Sonrisas, agarra al de blanco, que está que se cae.

Hay algo que se repite a lo largo de las carreras de estos misteriosos hermanos: películas de pura mierda y la obesidad. Todos terminan irremediablemente obesos. Y todos hacen películas que son una basura; han estado dando tumbos por su carrera, alternando alguna película memorable con Big Macs y películas que no merecen ser llamadas película, sino mierda.

Una vez que hemos nombrado la obesidad, utilizaremos este parámetro para ir presentando a los hermanos, de modo que iremos de más a menos gordo.

El primero de los Baldwin, con un peso de unos 200 Kg es: Daniel Baldwin.

Grasa en la cara, grasa en el pelo...

El segundo, con un peso de 170 kg es: Alec Baldwin.

Lard Baldwin.

El tercero, con un peso de 150 Kg es: Stephen Baldwin.

No les pasa nada a sus televisores, no ajusten la imagen... es así.

Y por último, con un peso de 100 kg, William Baldwin.

Macario de carne y hueso.

Podría haber descrito mínimamente sus carreras, pero, tras una gran labor de investigación, me dí cuenta de que todas -excepto la de Stephen- se resumían en cuatro grandes momentos: primeros pasos, salto a la fama gracias a película con perrilla de moda, declive y obesidad. La carrera del hermano Stephen, se salta la parte de salto a la fama, y pasa diréctamente de los primeros pasos a la obesidad, y de ahí al arroyo tras devorar gran parte del brazo izquierdo de un director de cine nóvel, propiedad de los estudios Touchtone.

Y así, con este artículo de cultura general, he intentado dar final a un tema que abre grandes debates y profundas heridas que nunca cierran del todo. Aunque para ser sincero, incluso tras escribir esta entrada, aun tengo que mirar las fotos para aclararme. ¿Estarán embrujados los hermanos Bladwin para que nadie sepa a ciencia cierta si triunfaron o no, y de esa manera seguir consiguiendo papeles para poder comer aun más? Un servidor opina que sí.