La perfección de los melocotones en almíbar

Los melocotones son como las personas: los hay gordos, pequeños, grandes, pesados, secos, deliciosamente húmedos, peludos, deformes, con bicho dentro, podridos... Pueden ser de muchas maneras, pero al igual que las personas, no son perfectos. ¡AH! Pero hay unos melocotones que se creen mejor que los demás. Son lisos, regulares, repeinados y de un amarillo anaranjado perfecto; se podría decir que son los arios de entre los melocotones.

Hablo, por supuesto y como reza el título de esta infame entrada, de los melocotones en almíbar. Nunca encontrarás, estimado lector, un melocotón en almíbar que no sea la suavidad personificada o, mejor dicho, la suavidad melocotonizada. Siempre tienen un aspecto inmejorable, sin zonas oscuras, pelos, irregularidades o bultos. Siempre muestran un liso perfecto y un tamaño perfecto. 

¿A qué se debe, me pregunto yo, esta perfección? ¿Acaso todos los melocotones en almíbar son descendientes o clones de algún melocotón perfecto creado con ingeniería genética en un oscuro laboratorio de Corea del Norte? ¿Será el almíbar el que dé ese acabado perfecto a los melocotones? ¿Los pule y suaviza como si de un tierno riñón humano se tratara? ¿La falta de hueso hace que se consiga esa perfección? Preguntas...

Míralo bien, se cree mejor que tú. Es mejor que tú. 

Si extrapolamos todas estas hipótesis al cuerpo humano nos encontramos con cuestiones interesantes. Si quitáramos todos los huesos a una persona, ¿quedaría suave y aterciopelada? ¿Un baño de almíbar diario puede ser la tan ansiada fuente de la eterna juventud? ¿Deberíamos empezar a enlatar personas?

Puede que nunca hallemos las respuestas lanzadas en este blog, quizá nadie se atreva a contestarlas, pero una cosa está clara: Don´t trust de peaches!