Bostezo infinito

Cuántas veces nos jugamos la vida sin darnos cuenta. Unas son por puro azar. Vas caminando, un coche se salta un semáforo en rojo y ¡ZAS! cae justo a tu lado un gato que se había asomado demasiado al balcón del piso 15 de su dueña. Vivo por milímetros. Otras nos la jugamos conscientemente. Bebes mucho por la noche, vas a tu coche, entras y ¡BUM! NO coges el abrigo y te puedes morir de una pulmonía. Russian Roulette.

Y así con miles de situaciones y actos cotidianos. Pero luego están las cosas que haces habitualmente y que no sabes que te podrían costar la vida. Una de esas cosas es bostezar en público. Y con público no me refiero a bostezar en lo alto del escenario del Teatro Real, sino a bostezar con gente a tu lado. Y es que al bostezar al lado de otra persona puedes desencadenar un bucle sin fin que te atrapará forevar ¿Cómo es esto posible? Por algo llamado sugestión.

Flamenco y leopardos: no tan buena combinación como parecía.

La sugestión hace que a la gente que te rodea se le pegue tu bostezo y bostecen ellos también. Hasta aquí no os he descubierto América, vale. Pero imaginaros que cuando bosteza la segunda persona, te pegue su bostezo. Tú bostezarías de nuevo. Y si a él se le pega de nuevo tu bostezo, volvería a bostezar. Y así para siempre. ¿Improbable dices? Bueno, puede que la próxima vez que bosteces te ocurra, y entonces reza, reza para que nadie, nadie que te importe realmente se encuentre a tu lado. De lo contrario os encontraréis atrapados en el BOSTEZO INFINITO.

P.D.: ¿No os encanta cuando en un texto lees un frase que es también el título? Es un momento mágico.

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