Vacaciones Santillana

Yo de mozo no era de los mejores estudiantes de mi clase. Me gustaban más los Simpsons, los cómics y me flipaba demasiado con Depredador y Terminator2 como para atender a las explicaciones de un profesor que odiaba su vida de eterno sustituto. Por supuesto esto tenía sus consecuencias. Durante mucho veranos tuve la desgracia de usar libros de estudio de la serie llamada "VACACIONES SANTILLANA". Tras mucho investigar he descubierto que esta combinación de dos palabras, en un oscuro y olvidado idioma del Cáucaso, significa CAGADA.


¿Ves la pelota, la toalla y esas cosas? Pues tú no las vas a usar, pringao.


¿A qué clase de horrible monstruo tentacular y odia-infancia se le ocurrió que era buena idea hacer estudiar a los niños en verano? La única temporada del año en la que no tenías horarios, y resulta que te tenías que pasar las mañanas haciendo sumas y señalando predicados.... ¿Me convierte esto en un pringado? Sí.

¡Diarrástico!

Lo peor del asunto eran esos anuncios engañosos que usaban los de Santillana para dar a conocer sus infames compendios. En ellos salían niños desnutridos, propiedad de la susodicha editorial, con poléas que les hacían sonreír eternamente y, en los casos extremos, lucían la terrible "sonrisa del payaso". Todos eran rubitos y primos y hermanos a la vez. Todos eran felices con sus libros de vacaciones Santillana y babeaban mientras se movían erráticamente por el estudio. Para ellos, esas grabaciones eran lo más parecido a las vacaciones, ya que el resto de su vida se la pasaban en unas jaulas, en los mismos pabellones en los que McDonalds acumula a sus pollo-cosa sin picos ni patas.

Claro, siendo un crio, estos anuncios incluso te podían dar la esperanza de que, sin llegar a ser divertido, (porque uno era niño pero no gilipollas) podría no ser tan malo. Pero no. Luego caía en tus manos la cagada del señor Santillana y observabas con estupor que eran como un horrible pot-purrí del infierno constituido por una amalgama de tus asiganturas más odiadas: matemáticas, lengua, ciencias naturales... Gracias por las pesadillas.

Para acabar, acabo de recordar que los anuncios de estas Necronomicones con colorines, terminaban con un "nos vemos en verano". Hijos de puta. Te decían a la cara que eras un mierdas que necesitaba apoyo extra en tus estudios y te amenazaban. Da igual lo que hagas, no vas a conseguirlo. Te joderemos el verano. Igual que Georgie Dann.

¡Santillanaaaaaaaarl!

Ahogarse con una naranja

Es fácil ahogarse con una naranja. Solo se han de dar una serie de elementos coincidentes en el mismo plano espacio/temporal para que esto ocurra.
La primera es tener acceso a una naranja de Valencia, no de esas que traen de casacristo y que por dentro, en vez de jugo, tienen pelusa y polvo, sino una naranja que al abrirla te salpique el zumo a la cara, como si quisiera defenderse del humano que se la va a comer.
El hecho de que salpique tanto, es otro de los aspectos a tener en cuenta. Y es que es un problema cuando tienes una de estas naranjas tan jugosas en algún sitio en el que no te puedes manchar mucho, como por ejemplo tu mierda de trabajo con el ordenador delante.
Otro elemento de esta ecuación es el tiempo. Cuando tienes poco tiempo entre llamada y llamada para devorar la naranja, no te puedes permitir muchas lindezas (¿lindezas?) con ella y tienes que comerla a toda prisa.
Por último, y unido a lo de las salpicaduras, es que no cortes en cachos pequeños la naranja para minimizar las salpicaduras resultantes de cada corte o separación de gajo. Y es que, cuando al primer gajo que separas, sale un chorro que te salpica el monitor del ordenador, te planteas seriamente abrir más la boca para que entren gajos más grandes.
Para que quede claro, resumo todos los elementos de la naranjo/ecuación: Naranja Jugosa (NJ) + Mucho Zumo (MZ) + Poco Tiempo (PT) + Gajos Grandes (GG). La ecuación con los elementos introducidos sería más o menos así:

¿Ecuaciones para comerse una naranja? IRA en aumento.

Así pues, con estos elementos trabajando en diabólica comandita, es natural que sucedan acontecimientos como el ahogo naranjil. Teniendo en cuenta que PT se reduce con el paso de T, y que GG es realmente grande, (la mitad de la naranja más o menos) al meter GG con la presión de PT en la boca, GG entra en juego lanzando ingentes cantidades de MZ a la (ya de por sí) llena boca, con lo que, cuando el individuo tiene que respirar, se produce un colapso zumoral que desemboca al inevitable atraganto naranjero/zumeril. MZ llega a la entrada de la traquea ayudado por GG y se cuela por las entradas respiratorias del individuo cuando éste inhala en busca de vida. Con PT tocando los huevos, y MZ deambulando por los pulmones, es cuando el individuo manda todo a la mierda y decide no comer nunca más naranjas en el trabajo.

Si te duele es que estás creciendo

¿A quién no le han dicho esto de pequeño? Basada en una rara ciencia de poleas internas, esta afirmación te callaba la boca de manera sistemática. A mi, que soy bastante alto, me dolían a menudo las rodillas (chistes de niños gays no, gracias) y mi madre, pobre, después de aguantar mis quejas durante horas, me solía decir que era porque estaba creciendo. -Osea, que si me duele es que crezco...- aparte de desear que te doliera el pene, te dejaba de molestar el dolor porque eso significaba más altura. Y más altura significaba otear mejor el horizonte. Cosa importante para sobrevivir en la estepa.

Si están deformes es que están creciendo ¡Bien!

Este tipo frases/dichos populares/teorías de la conspiración/leyendas urbanas eran muy comunes en mi infancia y, supongo, en la infancia de todos.
Otra clásica era cuando te picaba un mosquito. te empezabas a quejar y te decían que, apretando con la uña, te hicieras una cruz en la picadura. Se suponía que con esta marca te dejaba de picar, pero lo cierto es que entonces tenías dos problemas: el picor y el dolor de la marca. Gracias por el consejo pero no. Gracias.

Hay un detalle que se repite en todas estas frases soluciona problemas, y es que te las soltaban tus mayores cuando estaban hasta la polla de aguantarte. Todas tienen en común el ser soluciones para picores, dolores, escoceduras... y lo cierto es que lograban callarte, aunque por dentro te dejaban pensativo.... Osea, que cuando me hacía un rasguño sangrante, me echaban agua oxigenada y aquello empezaba a echar espuma que daba miedo, significaba que se estaba curando; sin embargo, una vez que se iba la espuma, la herida seguía allí y te seguía escociendo. Mal rollito. Además la moraleja de eso es que siempre que te saliera espuma de la piel es que se estaba curando, así que mejor que a alguien que se tome al pie de la letra esa lección no le caiga ácido sulfúrico encima.

Las postillas ya eran un tema aparte. En mi caso, las postillas, cuanto más grandes mejor. Grandes y sobre todo gordas. Así las notabas más cuando se separaban de la piel. ¿Y de dónde venía esta obsesión por quitar las postillas? Supongo que, el echo de que no dejaran de repetirte que si te quitabas las postillas te quedaría una marca horrible tenía algo que ver. Obviando el tema de que a mi no me queda ninguna marca de haberme quitado postillas, no era una buena idea decirme que no me las quitara.

Como conclusión, nos queda la idea general de que, cuando nos duele, escuece, pica... etc es porque nos está pasando algo bueno. Si te duele porque se te ha caído el brazo, don´t worry, es bueno, otra extremidad mutoide surgirá del muñón y esa nueva extremidad tendrá mejoras respecto a la anterior, como por ejemplo, entradas de USB, wifi o tostadora de pan.

La dificil vida de los conejos

Cada uno tiene lo que le toca en la vida. Las gallinas, por ejemplo, se pasan toda la vida metidas en una jaula que mide como 30 centímetros y se dedican a comer y a poner huevos hasta que se las comen. Un perro estará sus 14 años de vida en una casa en la que tiene comida, cama, duchas, aire libre... incluso le recogen las mierdas, vamos, que viven mejor que yo. Claro que alguno estará pensando que esto no es siempre así, pero en la mayoría de los casos, y salvando los casos de la gente que come perros o se tira gallinas, en el 90% de las ocasiones la gallina se va a la cazuela y el perro te quita el sitio en el sofá.

Resumiendo: si naces siendo una gallina, vaca, pavo o algún animal de granja similar, sabes que vas a terminar fluyendo por alguna taza de la marca Roca. Si eres un perro, sabes que te vas a pasar la vida retocándose el pintalabios, ¡Pero! ¿Y si te toca ser un conejo? Yo diría que hay como un 50% de posibilidades de que te lleven a una casa de lujo o de que te coman. Osea, te puede tocar el premio gordo, o puedes terminar fluyendo como la gallina.

Veamos dos ejemplos:


1.

2.


Encuentren las diferencias entre la imagen 1 y la imagen 2. Salven las evidentes como que el segundo conejo está durmiendo boca abajo y de dentro afuera. La diferencia que buscamos es que uno vive en una mansión y el otro nació en una granja de Jaén. Y eso es lo que hizo que Billy tenga pelo, y Bob nos enseñe sus músculos.

¿Y toda esta mierda qué es? Dirá alguno. Toda esta puta mierda es porque ¡ODIO A LOS CONEJOS BLANCOS CON OJOS ROJOS! ¿Qué se creen? ¿Que pueden acojonarnos así como así con sus ojos del infierno? Tener los ojos rojos no es natural. Significa cosas malas. Satán.

¡Pompones from Hell!


Por suerte la peor parte del pastel se la llevan ellos, y es que suelen ser los usados en los laboratorios genéticos. Algo cruel pero necesario para que la duquesa de Alba burle un año más a la muerte.

FINE.

¡Cajones! (Basado en hechos reales)

Te despiertas. Te quitas las legañas. Meas. ¿Que me pongo? Esto mismo. A la cocina. Sacas el tazón del desayuno de los campeones. Echas la leche. Sacas el Nesquik. ¡Y! Cuando vas a abrir el cajón para sacar una cuchara, el cajón no se abre. Hace tope con algo. Dios -piensas-, ya se ha quedado algún cubierto atravesado. Seguro que si le doy un meneo se suelta y sale el cajón. Meneo, meneo. Nada. Mierda -piensas-, seguro que la mierda del cubierto está demasiado atravesado o encajado para soltarse fácilmente. Miras el reloj. Vaya. Ya llevo 3 minutos de retraso. Voy a menearlo un poco más fuerte, a ver si así sale. MENEO, MENEO. Nada. Mecagoenlaputavirgen -piensas-. Abres las puertas del armario que queda por debajo del cajón para ver si es algo que lo tiene encajado por debajo. No hay nada. Le das un puñetazo por debajo. Nada. Miras el reloj. Bien, ya voy 5 minutos tarde. Miras la taza con la leche. IRA. Empieza a asomar la IRA. No me tientes cajón.

Parece inofensivo, pero junto con las llaves es uno de los mayores generadores de IRA.

Bueno -disciernes-, voy a usar la fuerza. Tiras del cajón con fuerza. Lo que sea que lo tiene atrapado no salta. Otro tirón. Caen cosas al suelo. El mueble entero se retuerce y gime de dolor. Ojos desencajados. Es tarde. Tranquilo. Piensa. Seguramente haya cucharas en el secador. Ves una. La coges. Que le den al cajón. Aun temblando por la IRA segregada en tu torrente sanguíneo, te echas el Nesquik. Desayunas. Después de desayunar, y por si el Nesquik te ha dado mágicamente fuerza sobrehumana, lo intentas otra vez. Varias veces seguidas tiras con fuerza del cajón y nada. Lo dejas antes de que empieces a reventar la cocina entera y te vas a trabajar.

Sales del trabajo. Por suerte, tu frágil memoria ha hecho que olvides el incidente del cajón. Entras en casa feliz de haber terminado otra jornada infernal. Miles de viejas te han gritado por que son demasiado subnormales para comprender el mundo en el que viven, pero llegar a tu casa hace que olvides esa mierda. Dejas las cosas en tu cuarto. Vas a la cocina. Sacas la comida del frigorífico. Sacas el plato. Vas a por un tenedor. Clonk. De pronto recuerdas que el cajón no se abre y todas las viejas del mundo parecen gritarte a la vez. Gritas como un loco. Empiezas a tirar del cajón con una fuerza sobre humana. Alguien grita de terror. El edificio entero tiembla. Un vecino llama a los bomberos. En algún lugar del espacio exterior, un asteroide colisiona contra un planeta y crea un explosión similar a la bomba de Hiroshima que evapora instantáneamente a un lagarto morado con dos penes. Tu compañero te llama aterrado desde el cuarto. De pronto, con el ultimo tirón, el cajón se abre. Estas sudando y tembloroso. Un niño llora cerca. Su desconsolada madre reza a un tentacular e inexistente dios. Lo has conseguido. Ahora necesitas descargar la IRA contra el cubierto que se había encajado. Pero no hay cubierto. Era la bandeja de los cubiertos la que se había levantado y se había quedado encajada con la parte superior del cajón. Mierda. Bueno -piensas-, tengo mi tenedor, me voy a comer.

Madrid, 8 de Abril de 2010.

¡El mal que vive dentro de ti!

Hay muchas maneras de llamar al mal: Satán, Belcebú, Rody Aragón, Nefistófeles... pero al final, todos ellos, representan lo mismo: lo que más odiamos y tememos.

¡Devoraré a vuestros hijos en mi circo infernal!

Rody, Belcebú y compañía quieren algo muy específico que es tu alma. Que se la queden. ¿A quién le importa el alma después de que McDonalds nos arrebatara la deliciosa McRib? Además, estos entes son externos, es decir, viven fuera. En el infierno o en el circo de la esquina da igual, están fuera de tu cuerpo. Pero... ¡ah! ¿Y cuando el mal vive dentro de ti? Y no me refiero a cuando un demonio de los citados se te mete dentro del cuerpo (que mal suena esto en el caso de Rody [bleurg]). Cuando un demonio se te mete dentro llamas los Ghostbusters, te meten un protonazo al bies y ya esta, demonio fuera. Me refiero al mal que viene incluido de fábrica. Popularmente se le conoce de dos maneras: calambre y "que se te suba la bola".

A Paco se le ha subido la bola hasta el 3º. (toma humor del finorris)

Cuando "se te sube la bola" pasa que de pronto, te conviertes en un tendón-en-tensión humano, incapaz de moverte e intentando ser lo más largo posible mediante estiramientos del miembro de tu cuerpo que ha decidido "subir su bola".

Esto ("que se te suba la bola") pasa cuando dos músculos de tu cuerpo deciden hacer una carrera para probar su valía y quedarse con los deliciosos azúcares, que para los músculos son el equivalente a la ambrosía de los dioses. Cuando los dos músculos encuentran algo por lo que luchar (un grasiento y mega azucarado trozo de nugget por ejemplo) comienzan a vibrar. Al cabo de unos segundos los dos pugnarán por el nugget avanzando hacia arriba. El que llegue más alto gana. Así de sencillo. Así de diabólico.

¿Qué clase de monstruo nos diseñaría tan mal? Es decir, no me imagino a una ingeniero de Ferrari diseñando una pieza que, de vez en cuando, haga que uno de los cilindros adelante a los demás y salga disparado hacia la cabeza del conductor dejando todo pringadito de sesos. Pues bien, ¿quién es el responsable? ¿Jesús? ¿Rody? Es posible que ambos en diabólica comandita. Eso nunca se sabrá. Lo que si se he descubierto es una manera de que "que se te suba la bola" deje de molestarte y de provocarte arrebatos de IRA. La solución pasa por arrancarte el músculo "que se te suba". Así aprenderá. Músculo "que se te sube" músculo que arrancas. Probadlo y luego me contáis. Yo estoy ocupado mandando cartas a McDonalds para que vuelva la McRib.

Irómetro Vol. VIII

El Irómetro ha vuelto. Tiene ánsias de conocer vuestro porcentaje de IRA en sangre. Según un reciente estudio, la IRA puede incluso representar el 75% de la materia corporal. El 25% restante se reparte entre fluidos desconocidos varios, poleas, tendones y muchas pepitas de melón.

El anterior Irómetro trataba sobre los días que, por alguna tontería que te pasa a la mañana temprano, te los pasas enfadado sin remedio. Los resultado, una vez más, fueron demoledores. Todos los encuestados tuvieron (en mayor o menor medida) un día lleno de IRA. Con estos datos el Irordenador está que echa humo haciendo cálculos matemáticos, aritméticos y cosas.

Hoy el Irómetro vuelve con ganas de conoceros más. Quiere más datos. Y para ello, esta semana estudiaremos de nuevo la IRA que surge en la cotidianidad de nuestras vidas. Es la IRA más peligrosa.

Todos tenemos movimientos y acciones que hacemos sin pensar. Meter una llave en una cerradura. Abrir un bote de mayonesa o una lata de Coca Cola. Pasarnos alguna fase de un vídeo juego que nos sabemos de memoria.... Son cosas que las hacemos casi de manera automática y no pensamos en ellas. Pero, ¿qué pasa cuando tenemos un día cruzado y estas cosas se convierten en acciones similares a escalar el Everest? De pronto nos pasamos 10 segundos para meter la llave en la maldita cerradura. El tapón del bote de mayonesa no deja de dar vueltas en la rosca del bote sin que llegue a encajar. La anilla de la Coke parece hecha de titanio reforzado y no se separa del resto de la lata. Y esa fase tan fácil y que tantas veces nos hemos pasado se nos resiste una y otra vez y terminamos lanzando el mando por la ventana.

Nuestra IRA está por la nubes por una tontería de nada. Pero la cuestión es que está ahí. No podemos abrir la anilla del llavero para meter unas llaves nuevas al manojo y vomitamos de IRA. Así pues, aquí llega la pregunta del Irómetro:

¿Has vomitado de IRA porque no te salía algo que normalmente haces sin que te cueste nada?

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