Flosko el payaso

Flosko llevaba toda la vida haciendo reír a los niños que visitaban su circo. Era la mascota y presidente del Gran Circo Mundial de Jaén, y todos lo querían mucho, ya que hacía del circo una gran familia. Los niños hacían dibujos de él llevándolos de paseo con arcos iris de colores de fondo, y él disfrutaba de sus sonrisas, que alegraban su viejo corazón.

Su único vicio comparable al de las sonrisas de los niños era el tabaco. Fumaba dos paquetes al día, y cuando soportaba mucho estrés cuatro o más. Su cuerpo había filtrado tanta nicotina que, con el paso de los años, dejó de pintarse la cara, al adquirir esta un tono amarillento de lo más cómico. A todo el mundo le pareció gracioso que nunca se quitara el maquillaje, lo que no sabían es que no era maquillaje. Los cigarrillos pasaban por sus labios dejando su venenoso recuerdo en los pulmones de Flosko, que seguía haciendo reír a los niños ajeno a la muerte que iba creciendo en su interior. En efecto, Flosko tenía cáncer, pero no lo sabía. O no lo quería saber. Hacía caso omiso a las señales en forma de esputos sanguinolentos y vómitos mañaneros. Flosko seguía fumando y haciendo reír a los niños mirando hacia adelante con esperanza de que todo pasara sin más. Pero no.

Desconocedor de su funesto futuro, Flosko despertó en el que iba a ser su último día en la faz de la tierra dando gracias al dios de los payasos por vivir. Dormía con un cigarro en la boca para no perder tiempo al despertarse, de modo que lo primero que hizo antes de abrir los ojos fue encenderse el cigarro. Aspiró un enorme bocanada de humo y al separarse el cigarro de los labios se llevó un pedazo de ellos, ya que se había quedado pegado. Flosko no lo sintió, ya que el cáncer tenía devoradas sus terminaciones nerviosas. Luego abrió los ojos y tras esputar sangre y un trozo de algo cárnico, desayunó otro cigarro.

Los niños lo esperaban en las gradas, Flosko esperaba al otro lado de las cortinas con estrellas estampadas. Todos aplaudían y él se sentía mareado y cansado. Al llegar su momento, Flosko echó a correr hacia el centro de la pista y en ese momento, su cáncer explotó, saliendo a borbotones por la boca. Las gradas bullían de emoción ante el regalo de ese nuevo número cómico de Flosko, que yacía en el suelo, finado.

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